La única testigo
Si este amor
fuera cierto,
habría señales
en el cielo,
habría una luz,
un resplandor en cada hombre
que pasara,
pues serían
como espejos
reflejando mi
mente.
Habría un mohín
de histeria en las mujeres,
en sus bocas
cerradas,
un trazo de
dolor en sus semblantes…
Se detendría la
noche entre mis dedos,
Anidarían
estrellas en mi pelo,
susurrando tus
besos.
Si este amor
fuera cierto,
tú no estarías
tan lejos,
ni yo tan
empeñada en amar
mi propia
creación.
Yo te he
inventado:
ahora me rompo
de saberlo.
Yo soy la única
testigo de este amor,
por eso no hay
mensajes en el cielo,
ni en ningún
otro hombre
advierto un
resplandor.
Y es que tan
sólo a ti te he iluminado,
eres mi imagen
más amada,
el verso que
conservo para antes de morir.
Eres ese
alimento
espiritual,
sublime,
que me mantiene
viva, haciéndome sufrir.
Vale, pues, no
te vayas: seguiremos así,
yo creando el
amor que en parte alguna
se halla,
tú siendo el
artificio
de este dolor
sin fin.
(Diana María Ivizate González, MIS MÉTODOS DE AMAR. Valencia, Aduana Vieja Editorial, 2016)
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