Y la diosa de ébano vino a mi fuente,
y las dos nos bañamos, alegremente...
Me dio a beber rocío entre sus senos,
parecía tan dulce aquel veneno...
Tendí sobre la hierba su cuerpo hermoso,
y recogí las flores con tanto gozo
que le hicieron cosquillas al colocarlas
en sus preciosas manos, y en su espalda.
Bebimos de la noche sus ambrosías,
ella pidió quedarse toda la vida,
y le dije bajito: "ya anochece,
déjame que te bese,
déjame que te bese".
Probé otra vez la flor y su fragancia,
temblé toda la noche
tocando el arpa...
Descubrió los secretos que había escondido:
estaban justo debajo de mi ombligo.
Yo le pedí quedarme toda la vida,
y me dijo bajito: "amanece, querida".
(Diana María Ivizate González, DESDÉMONA REGRESA. Valencia, Aduana Vieja Editorial, 2015)