Estrellas rojas
A veces tú,
con la barba en mis senos me haces temblar,
a veces él, ese joven tan tierno que no sabe besar...
A veces sé,
que me darías un beso sin pensarlo,
y tienes que luchar,
pero esta comprensión no me sosiega: tan cerca y tan lunar,
pareces ser, hombre espacial.
Con la estela que dejas yo me hago un chal,
de encuentros y pasiones donde tú estás...
Cubro mi desnudez de estrellas rojas
que brillan en la oscuridad.
A veces tú...
Me dejas escapar.
Te gusta el juego, verme volar...
Pero tal vez no ganes más,
tu estrella azul no servirá
para cubrirme siempre
y las estrellas rojas se resienten,
mienten,
si hay tempestad.
Bésame ya, tu barba siento en la oscuridad...
Creo que esta vez, ya no te irás.
(Diana María Ivizate González, Hallar el sitio, Miami, Editorial Homagno, 2009)
En este blog comparto poesía, como una de las manifestaciones del arte que más llegan al corazón de los lectores. La poesía sensibiliza, abre puertas, ensancha el conocimiento por medio de la imagen, nos ayuda a ver un mundo más allá de lo aparente. Diana Ivizate
Tu lenguaje es tu signo
La poesía es un mundo que se esconde más allá de lo aparente...
Diana Ivizate
sábado, 11 de enero de 2014
jueves, 9 de enero de 2014
Un dibujo para Molly
Un dibujo
para Molly
Prometiste un dibujo de la estación más larga,
unas ramas delgadas de los árboles,
marrones sobre el blanco,
pero nunca llegó...
Quizá escapó el invierno de tus manos
en el instante mismo
en que lograbas
descubrirle la cara.
Quizá no se dejó...
Los inviernos huraños no se dejan
dibujar fácilmente.
Y sin embargo yo, cuántos inviernos tengo en la cabeza,
cuántos bocetos hechos en lo oscuro,
(se pintan con los sueños),
donde sale una niña abriéndose en el trigo unos senderos,
y su pelo se vuelve el trigo mismo.
Abandona el trigal y al otro lado
se convierte en la joven que Dalí habría pintado
y sube a un coche azul.
(Diana María Ivizate González, Nuevo Paisaje. Memorias de Mill Creek y Youngstown. Paisajes de Mujer / Womanlands. Madrid, Editorial Verbum, 2010)
para Molly
Prometiste un dibujo de la estación más larga,
unas ramas delgadas de los árboles,
marrones sobre el blanco,
pero nunca llegó...
Quizá escapó el invierno de tus manos
en el instante mismo
en que lograbas
descubrirle la cara.
Quizá no se dejó...
Los inviernos huraños no se dejan
dibujar fácilmente.
Y sin embargo yo, cuántos inviernos tengo en la cabeza,
cuántos bocetos hechos en lo oscuro,
(se pintan con los sueños),
donde sale una niña abriéndose en el trigo unos senderos,
y su pelo se vuelve el trigo mismo.
Abandona el trigal y al otro lado
se convierte en la joven que Dalí habría pintado
y sube a un coche azul.
(Diana María Ivizate González, Nuevo Paisaje. Memorias de Mill Creek y Youngstown. Paisajes de Mujer / Womanlands. Madrid, Editorial Verbum, 2010)
martes, 7 de enero de 2014
Déjate vencer, el amor vence...
Cuando nos encontramos solos en un paisaje desconocido, se disparan los sentidos, se mira de otro modo, se capta la realidad poéticamente. Eso me sucedió antes de escribir este poema. Deseo compartirlo contigo...
Nuevo paisaje
La mar violeta añora el nacimiento de los dioses... (J. L. L.)
No hay gaviotas aquí,
ni ceibas, ni palmares,
ni mar que añore el nacimiento de los dioses.
Y sin embargo somos tan universales
que hacemos de esta paz sedienta nuestro idilio
y nos transporta el blanco de la noche a nuevas dimensiones,
nos convoca a batallas en las rocas
donde el vencido siempre es el que gana,
pues ha dado de sí pluma salvaje.
No hay arena, ya ves,
ni desoves nocturnos,
pero los ciervos detrás de la llovizna
arrancan un gemido.
Débiles y carnales, sólo eso,
nos conquista el paisaje,
nos subyuga.
No oponemos la fuerza a una noche distinta,
ni erigimos el verso como espada,
somos tan sólo un soplo entre la brisa,
dejándonos llevar sobre las alas
de unos pájaros suaves.
(Diana María Ivizate González, Nuevo Paisaje. Memorias de Mill Creek y Youngstown. Paisajes de mujer / Womanlands. Madrid, Editorial Verbum, 2010)
Nuevo paisaje
La mar violeta añora el nacimiento de los dioses... (J. L. L.)
No hay gaviotas aquí,
ni ceibas, ni palmares,
ni mar que añore el nacimiento de los dioses.
Y sin embargo somos tan universales
que hacemos de esta paz sedienta nuestro idilio
y nos transporta el blanco de la noche a nuevas dimensiones,
nos convoca a batallas en las rocas
donde el vencido siempre es el que gana,
pues ha dado de sí pluma salvaje.
No hay arena, ya ves,
ni desoves nocturnos,
pero los ciervos detrás de la llovizna
arrancan un gemido.
Débiles y carnales, sólo eso,
nos conquista el paisaje,
nos subyuga.
No oponemos la fuerza a una noche distinta,
ni erigimos el verso como espada,
somos tan sólo un soplo entre la brisa,
dejándonos llevar sobre las alas
de unos pájaros suaves.
(Diana María Ivizate González, Nuevo Paisaje. Memorias de Mill Creek y Youngstown. Paisajes de mujer / Womanlands. Madrid, Editorial Verbum, 2010)
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