Lo evocado
es más dócil que lo vivo,
pues se puede enmendar
y hacer perfecto,
amar hasta el delirio con la imagen y el sueño,
repetir, empezar, dejar dormido...
Despertarlo de nuevo
cuando no hay posibilidad ninguna de volver
a aquel instante eterno,
de tocarlo y sentir cuánto pudo haber sido...
Aferrarse al recuerdo es lo seguro:
triste y hondo tal vez, pero sin timo,
sin cataclismos que lo transformen todo en un momento,
sin riesgos para nadie,
sin temores
de descubrir un nuevo cielo abierto
y saber que la entrada está prohibida,
que la muerte es entrar...
y quedar fuera.
Aferrarse al recuerdo es lo seguro,
el peligro mayor, lo no vivido:
no puede conciliarse, se desea,
no admite mansedumbre
ni soporta la espera.
(De mi libro Hallar el sitio, Miami, Editorial Homagno, 2008)
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