La cazadora
Amando al minotauro sale del Templo a amenazar criaturas
salvajes y sublimes,
y conquistada luego por los grillos
y los dichosos toros en manada
regresa confundida, temblorosas las fuerzas
por el enigma de quién posee y quién es poseído
y sumerge los pies, desnudos, derrotados
en el agua salada
y de los dedos surge tupida enredadera de venas madreselvas,
el alma escurridiza y sofocada baja y se adentra
mientras arriba el cuerpo es perseguido por tímidos lacayos en acecho
y Diana se despierta socorrida
por la oscilante luz de una luciérnaga.
(Ocultas fragancias que golpean)
No hay comentarios:
Publicar un comentario